DIVINAS CRIATURAS
RELATOS DEL MERCADO CENTRAL
jueves, 6 de junio de 2019
viernes, 4 de enero de 2019
miércoles, 2 de enero de 2019
Firma de ilustradores
María Blasco
Paco Alberola
Rosa Torres
Susi Lizondo
Josep Esteve
Fuensanta Niñirola
Vicent Martínez
Victoria Cano
Lola Calzada
Horacio Silva
Carlos Codoñer
José Luis Fernández
María Luisa Pérez
Prólogo de Ricard Camarena
El
Mercado Central de Valencia es un centro de inspiración para cualquiera que lo
visita y lo vive. Simplemente con dejarse llevar por sus pasillos e impregnarse
de sus colores, olores, ruidos y, sobre todo, de sus sabores, es suficiente
para imaginarse en otro lugar. Verse en mitad de la huerta, en medio del mar
Mediterráneo, en un zoco comercial de antaño donde los mercaderes ofrecen sus
productos, en un festival de colores… en definitiva, en mil sitios diferentes
reunidos en uno solo.
El
Mercado Central es la ‘catedral’ del sabor. Solo basta con situarse bajo su
enorme cúpula, contemplar su majestuosidad y luego bajar la vista hasta los
puestos de verduras, frutas, salazones, pescados, carnes y todo lo que hace
falta para ser feliz.
El
Mercado Central es vida, la que le dan los comerciantes y las miles de personas
que pasan por él todo los días. Miles de historias que acarician un edificio
centenario. Baldosas desgastadas por la tradición, vidrieras que tamizan esa
luz mediterránea tan característica y que le dan, en muchas ocasiones, una
ambientación teatral a un edificio ya centenario, curtido.
El
Mercado Central es camaleónico, cambia de piel cada temporada. Las gentes que
lo pueblan, de forma inconsciente, van modificando la paleta de colores: ahora
las naranjas, después las sandías, más tarde vendrán las alcachofas, al igual
que el pescado de temporada, e incluso la vestimenta de quienes lo visitan.
Cada día cambia todo, aunque siempre parezca igual. Un centro vivo.
El
Mercado Central es ruido. Ese que genera el murmullo de la gente, las voces de
algún tendero, el corte de la carne, el descorche de una botella de vino, el
devenir de la mercancía entre cajas y carritos.
Les propongo un ejercicio,
vayan cuando esté casi a punto de cerrar, y disfruten al sentir como ese centro
de vida, poco a poco se va diluyendo, van cerrando persianas, se van apagando
luces, se van mitigando los ruidos hasta que nace el silencio. Es el momento en
el que todas las divinas criaturas que lo pueblan se han marchado. Hasta el día
siguiente.
Ricard
Camarena.
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